Estilo de vida

07/05/2010

Uma gastritezinha veio me lembrar que tive uma semana um pouco nervosa.

Ranitidina nela e já vou melhorar. Para ajudar, uma caprichada salada: alface, tomate, cebola, milho verde, grão de bico, azeitona, salsinha, azeite e sal. Bem bom também.

Depois da aula fiquei escrevendo o trabalho que entrego amanhã sobre alabanza (louvor).

Transcrevi abaixo para quem quiser ler:

Dad gracias en todo

He aprendido que alabanza tiene que ver con reconocimiento, sumisión, admiración.

Pero, para mí, la primera palabra que se me viene a la mente cuando pienso en alabar es gratitud.

Tal vez porque tuve ya el privilegio de experimentar cosas inolvidables que ha hecho Dios en mi vida, por las cuales no puedo dejar de darle gracias a Él.

Hace unos años he leído un libro que se llama “Alabanza que liberta”, de Merlin Carothers. Ese libro trae experiencias grandiosas de la aplicación práctica de la alabanza en la vida del autor. Y muestra que, aún en medio a crisis y dificultades, la alabanza libera poder divino y pone en acción las soluciones de Dios en nuestro favor.

El libro nos enseña que debemos aplicar en nuestra vida diaria un principio bíblico y espiritual sencillo que está en 1 Tesalonicenses 5.18: “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para vosotros en Cristo Jesús”.

¿Y eso qué tiene que ver con alabanza?

Pues alabar a Dios es también mostrarse sumiso a Su voluntad, aun que no sepamos porque se nos están ocurriendo determinadas cosas – buenas o malas. Es confiar en Su providencia. Es tener fe y descansar, sabiendo que Él conoce nuestro futuro y tiene planos perfectos para nosotros.

Obviamente es fácil alabar a Dios cuando todo va bien. Cuando mi salud está perfecta. Cuando mis padres tienen empleo. Cuando la iglesia está creciendo y madurando espiritualmente. Cuando no hay crisis global. Cuando mis amigos aceptan a Cristo.

Pero ¿y qué cuándo ni todo va bien?

La Biblia es bastante clara: “Dad gracias en TODO”.

Así que, mientras leía el libro, me sentí desafiada a poner en práctica esa enseñanza. En las pequeñas cosas de mi rutina, empecé a darle gracias a Dios. Y todo se me iba bien.

Hasta que un día estaba conduciendo hacia casi 2 horas para recorrer 20 kilómetros. Retrasada, irritada, cansada y con prisa para llegar al trabajo. El trafico de São Paulo, fatal. Andaba 5 minutos y paraba otros 5. A mi lado, camiones de todos los tipos y tamaños. Humo. Ruido. Motociclistas pasaban rápido y peligrosamente entre coches y camiones.

De hecho, así era mi rutina. Sin embargo, ese día iba peor. Mi paciencia ya no existía.

Pues en ese momento surgió un motociclista a mi lado y se le llevó mi retrovisor. El espejo se quedó colgado, casi cayendo. Yo, asustada. Pero así que me di cuente de lo que me había pasado, tuve ganas de insultar todas las generaciones de aquél hombre.

Empecé a llorar mientras tentaba sacar fuerzas para poner en práctica la enseñanza de alabar a Dios en todo. Difícil. Y oré: «Dios, Padre, no tengo ni idea del motivo por lo cual eso ha pasado, pero te doy gracias. Y te pido: por tu amor, bendice ese motociclista. En tu nombre. Amen».

Esa oración ha salido del hondo de mi corazón.

Segundos después, yo seguía en coche andando a unos 30 km/h, cuando otro motociclista pasó a mi lado, arregló el espejo retrovisor, y se fue.

Me quedé sin reacción por algunos instantes, hasta que me di cuenta que Dios hablaba conmigo de una manera muy especial. Me mostraba Su amor. Aún más que eso: me mostraba que estaba conmigo y que se le importaban mis ansiedades, dudas, miedos, rutina, presente y futuro.

Él me ha mostrado que es un Dios vivo y verdadero.

(De manera ninguna quiero decir que debemos alabar a Dios esperando algo en cambio. Debemos darle gracias simplemente por lo que Él es).

Pero esa experiencia me puso avergonzada. He visto cuan pequeña era mi fe.

Y Dios, con su amor y paciencia, me enseño que no debo tener ningún miedo o duda al alabarle.

Él está siempre atento.

Y tiene planos para nosotros, aún cuando no comprendemos las luchas e conflictos que nos llegan.

Luego, he aprendido que alabar a Dios es una actitud.

Y debe ser una constante en nuestra vida.

No algo puntual que hacemos los domingos cuando cantamos en la iglesia.

Ni tampoco una gratitud parcial en los momentos buenos.

Alabar es un estilo de vida.

Gastrite nervosa

18/03/2010

Dia de abastecimento no Carrefour.

E de preparação psicológica para a entrevista que farei amanhã. É a «segunda fase» do processo da Anuntis, e agora falarei com o diretor geral da América Latina e com a diretora do Brasil. #ansiedade #feliz!

Ah! E acabo de perceber que perdi meu cartão de crédito. Gastrite.